jueves, 9 de diciembre de 2010

¿Merece la pena escribir las tildes?

 

Creo que un medio de comunicación como Internet, donde se castiga día a día al sufrido castellano,  es precisamente el "lugar" ideal donde dar cobertura a esta preguntas que se hace Fabio Villegas Botero: ¿merece la pena escribir las tildes? ¿Se deberían eliminar?

Él mismo solventa esas dudas en este artículo, "Las tildes al diccionario", publicado el 3 de diciembre de 2010 en Fundéu BBVA, espacio web que cuenta con el asesoramiento de la Real Academia Española.

LAS TILDES AL DICCIONARIO

03/12/2010
Historia de las tildes

Una de las normas de la ortografía española, promulgada por las Academias, que más frecuentemente elude gran cantidad de personas, sobre todo jóvenes, es la de las tildes. Esto es lo que me incita a hacer un análisis de la misma, para ver si se deben eliminar.

Antes que nada, quise indagar la historia de la tilde en español, que, a diferencia de otras lenguas, tiene por fin indicar cuál es la sílaba acentuada, y no como en ellas, que tiene otras funciones, pero en ninguna, al parecer, con la finalidad de la española. Finalmente encontré en Internet lo siguiente:
    «LUIS PÉREZ TOBARRA, Universidad Lingüística de Moscú, Instituto Cervantes de Moscú. El primer caso conocido de acento en castellano es de 1477 en el manual Doctrina christiana en las palabras justícia y fortuíto. Desde 1566 se van generalizando las tildes (circunflejo ^, acentos agudos Ž y graves `), pero no se regulariza su uso hasta mucho más tarde. El primer paso para la fijación de las reglas de acentuación se dio en el "Discurso Proemial de la Ortographia" del primer Diccionario de la lengua castellana (1726), dónde se lee: «En la Léngua Castellana el circunflexo, que se forma assi ^, no tiene uso alguno, y si tal vez se halla usado por algun Autór, es sin necessidád, porque no sabémos yá el tono que los Romanos usaban y explicaban con este accento. En nuestra Léngua los accentos no sirven para explicar el tono, sino para significar que la sylaba que se accentúa es larga…». Como puede verse se trata de unas tildes muy diferentes a las actuales. En otros idiomas, como en italiano, las tildes aparecieron antes que en castellano pero terminaron siendo eliminadas».
Sin embargo, esa primera fecha que da este autor puede no serlo. En los Estudios de Grafemática en el Dominio Hispano, de la Universidad de Salamanca y el Instituto Caro y Cuervo, aparecen unas palabras con tilde en Guipúzcoa ya en 1426 (pág. 206) y en El fuero de Teruel, que puede ser anterior. ¿1379? (pág. 290)

Como se ve, el uso de la tilde como «signo colocado sobre la vocal de la silaba tónica de la palabra», como la define la Ortografía de las Academias, es un signo que no utiliza ninguna otra lengua en la actualidad, y solo se sabe que lo hiciera alguna vez el italiano, pero ya lo eliminó. Y, en segundo lugar, es algo que empezó tímidamente, pero poco a poco se fue incrementando, hasta que en 1726 lo empezó a regular, aunque de manera muy diferente a la actual, la Academia Española, según muestra la cita del lingüista de Moscú (Véanse las palabras que acentúa la Academia en 1726: «léngua, autór, necessidád, sabémos, yá, accentúa, pero no assi, algun.»).

Qué importancia tiene y si vale la pena seguir utilizando la tilde, tal y como lo prescriben hoy las Academias, es lo que me propongo analizar.

Significado de las tildes

La invención de la escritura fue un largo proceso hasta que se llegó al alfabeto, al que luego se le fueron agregando gran cantidad de signos adicionales, como los de puntuación y las tildes, que en otros idiomas son muy variados y tienen funciones muy diferentes a las del español. Con todo ello se trata de representar gráficamente la lengua hablada, que es la creación más asombrosa del ser humano. Ni qué decir que la escritura, con toda la variedad de signos, es una proeza, pero nunca podrá llegar a reproducir la infinita variedad de flexiones que conlleva el habla. Siempre será una representación deficiente y muchos anhelarán más y más ayudas complementarias. Basta ver cómo en el uso de las nuevas tecnologías, sobre todo los jóvenes, incluyen gran cantidad de iconos para hacer más expresivos sus textos, supremamente cortos por lo general.

Podemos decir que la tilde trata de reproducir en el escrito una parte de la lengua hablada. En primer lugar, el acento tónico de cada una de las palabras polisilábicas, que son, por supuesto, la gran mayoría en nuestra lengua. Esto lo ha definido desde hace tiempos la Real Academia Española, a la que se han tenido que plegar todas las demás, con las reglas básicas sobre la tilde en las palabras agudas, graves o llanas, esdrújulas y sobresdrújulas.

Sin embargo, ahí no se agotan ni el uso ni las normas. Si vemos el capítulo sobre la acentuación en la Ortografía de 1999, que poco se va a modificar con la que se apruebe en noviembre de 2010, los casos de posibles ambigüedades o excepciones a las reglas generales son los que copan el capítulo. Empiezan con los diptongos, los triptongos y los hiatos. A continuación entran a considerar las tildes en los monosílabos (¿habrá que buscar otra sílaba en ellos para definir en cuál se coloca?). Y luego empiezan las tildes diacríticas, en las que una misma palabra puede tener significados distintos, o formar parte de diferentes tipos de oraciones: afirmativas, negativas, interrogativas, exclamativas. Finalmente tratan la tilde de las palabras compuestas, que pueden ser de muchas clases, y por último la de palabras de otros idiomas.

Este solo enunciado nos muestra lo complejo que es todo ese tinglado. Máxime cuando los hablantes, que somos 500.000.000 esparcidos por todo el mundo, a veces acentuamos una sílaba u otra, sea porque la misma palabra puede pronunciarse con el acento en una u otra: Amazonia, Amazonía; médula, medula, y tantísimas más, y, sobre todo, cuando dos vocales van juntas y las convertimos en una o en dos sílabas. En la “Reforma” que anuncian las Academias, traen las palabras “guion" y "truhan" como un caso en que no debe haber tilde, pues las consideran diptongos, cuando muchos las pronuncian como si fueran hiatos: gui-ón, tru-hán.

Análisis de las reglas

El español, a diferencia del chino y otras lenguas afines que son monosilábicas, y aun del inglés que inicialmente también debió serlo (lo comprueban los nombres de las partes principales del cuerpo, lo más cercano al ser humano al comenzar a nombrar lo que le rodea: hair, head, eye, ear, nose, mouth, tongue, lip, brain, heart…), el español, digo, es fundamentalmente polisilábico como lo son el griego, el latín, el árabe y aun las lenguas precolombinas, sus principales precursores. Esto no excluye los monosílabos, muchos de ellos pronombres, preposiciones, adverbios y otras palabras que modifican o sustituyen a los sustantivos y los verbos.

Varias son las características de las sílabas y las palabras del español. Las sílabas se componen con frecuencia de una o varias vocales, con una o máximo dos consonantes que las anteceden o las siguen, aunque más lo primero. Son muy pocas las compuestas, como el prefijo “trans”, con una sola vocal entre cuatro consonantes. Las palabras más numerosas son las graves o llanas, con el acento tónico en la penúltima sílaba. Las siguen en frecuencia las agudas y finalmente las esdrújulas y sobreesdrújulas. La mayoría de los sustantivos y adjetivos singulares terminan en vocal, pero cuando se convierten en plural lo hacen en s. Como, también, la mayoría de las desinencias del verbo terminan en vocal, s o n.

Los que las idearon se basaron en lo anterior para establecer las reglas básicas de las tildes. Primera, que siempre la llevan todas las palabras esdrújulas y sobreesdrújulas, por ser las más escasas. Segunda, que las graves terminadas en vocal, n o s, no tienen tilde, pues son las más numerosas. Finalmente, que las agudas solo llevan tilde si terminan en vocal, n o s.

Realmente es un principio de "economía" bien aplicado. Pero lo que nos podemos preguntar es por su utilidad. Todos aprendemos a escribir mucho después de saber cómo se pronuncian las diferentes palabras. ¿Para qué se tiene que señalar permanentemente en el escrito lo que todo mundo sabe? Ahí se pierde toda la anterior "economía". Fuera del gasto al escribirlo, primero manualmente, pero, sobre todo, ahora con la máquina de escribir (esa tilde que nos impide llevar el ritmo de las palabras) y con los nuevos instrumentos tecnológicos como el computador y el teléfono móvil con todas sus versiones. No sé qué implicaciones tenga para el alfabeto morse o el de ciegos y sordomudos.

Todo sin contar que al leer lo que buscamos no son simples letras, ni sílabas, ni siquiera palabras, sino la idea en todo un contexto. Y existe una dificultad adicional. Muchas personas (lo constato con mis alumnos universitarios) no saben separar debidamente las sílabas. ¿Cómo van a aplicar las reglas que se basan en ese proceso previo?

Pero esas reglas básicas, como vimos, son lo mínimo. Vienen todas las otras alternativas de tildes diacríticas. Primero que nada está el problema de los diptongos, triptongos e hiatos. Todo el problema está en reconocer si las dos o tres vocales contiguas pertenecen a una misma sílaba o a dos diferentes. Esto solo se sabe por lo que se ha escuchado de oídas. El que convierte diptongos en hiatos, o el que hace el proceso inverso no van a poder aplicar la norma general. Si lo conoce, no necesita una nueva norma.

Donde habría una exigencia mayor serían en los polisílabos que pueden tener hasta tres significados distintos, v. gr. “práctico", "practico", "practicó” o solo dos, como el utilizado por García Márquez en su discurso: “revólver" y "revolver”. Por el solo contexto se sabe qué palabra es el verbo y cuál sustantivo, y en el verbo si es primera persona o tercera. El contexto es el que no nos permite equivocarnos, no necesariamente la tilde. Algo similar ocurre con los monosílabos que regulan las Academias: “el, tu, mi, te, mas, si, de, se, o”. Es el contexto el que indica su significado, no necesariamente la tilde. Lo mismo en los demostrativos.

¿Por qué se tiene que poner tilde en algunos pronombres para indicar la interrogación o la exclamación si, al mismo tiempo, estamos colocando los signos de puntuación que indican esta función, con el agravante de que no solo los ponemos al final, sino por partida doble, desde el principio?

Cuando unimos dos palabras lo que hacemos es formar una nueva. Luego lo normal es acentuarla como lo que resulta, una sola. Como máximo, ponemos un doble acento, aunque más fuerte el de la última. Es lo que pasa con la mayoría de los sufijos. Pero, ¿quién no pronuncia la palabra que antecede al sufijo “mente”, con su acento previo?

El sitio apropiado, el Diccionario

¿A qué, pues, tantas reglas? No me extiendo más. Lo importante que deben hacer las Academias, para que el español tenga unidad (este es el motivo fundamental de todas sus normas ortográficas) es señalar en su Diccionario donde va el acento tónico de todas y cada una de las palabras polisilábicas. Es lo que hace el Webster’s New Dictionary para el inglés. Si se permite una alternativa, también la deben indicar.

¿Y cómo lo deberían hacer? Colocando esa tilde guía, en todos los polisílabos. El que nunca haya escuchado una palabra o dude de su acentuación, de inmediato lo encontrará. Así cumplen con su fin y permiten que todos escribamos con agilidad y sin tener que ir descifrando toda esa maraña de normas.

Autor
Fabio Villegas Botero
equinoXio, Colombia
Viernes, 19 de noviembre del 2010

 (Fuente del texto e imagen: Fundéu).

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1 comentario:

  1. Hala. Con un par. Tiene bemoles la propuesta. Solo de pensar en un posible cumplimiento me estreso. Figúrense, la cosa sería más o menos así: "En ún lugár de la Máncha de cúyo nómbre no quiéro acordárme, nó há múcho tiémpo que vivía un caballéro de los de lánza en astilléro, adárga antígua, rocín fláco y gálgo corredór.." O_o Jarl.

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